Los pasillos de aquel castillo eran de alguna manera aterrorizantes, espantosos. Ningún alma vagabunda atravesaría este umbral panteón, ni la más salvaje y horrible bestia se atrevería. El miedo corría a través de mi cuerpo, que me apresuraba a caminar lentamente, ser cauteloso en cualquier detalle, observar todas las posiciones de los objetos de los oscuros pasillos, contar mis pasos dados, y sobrevivir.
Fueron casi a los trescientos cuarenta pasos que me detuve. Sentí un tremendo viento frío y violento a la vez, que me quería asesinar de un grave susto. Paralizado quedé tras ese monstruo místico. Voltié lentamente a mis espaldas y solamente veía cada vez más oscuridad, que seguía su camino más apresurado que el mío.
Aceleré lentamente, y di vuelta en la próxima entrada a un nuevo pasillo. De pronto una puerta que no estaba antes cerró aquella curva de donde entré, pero para mi suerte la oscuridad desapareció por un momento.
[...]
Keine Kommentare:
Kommentar veröffentlichen