Llevábamos ya más de dos meses viajando por mares y ya nos sentíamos todos perdidos y solos en el mundo, pues nadie había imaginádose que este viaje habría de tomar tanto tiempo. Los días anteriores se podían considerar tranquilos y pacíficos, pero ya la suerte comenzaba a abandonarnos cuando una serie de fuertes lluvias y alguna que otra tormenta nos abatían.
La tripulación hasta ahora estaba completa y sin enfermedades, aunque sí extrañaban profundamente todo lo que dejaron atrás en tierra. Yo no era la excepción; al mirar hacia el horizonte infinito que parecía cada vez más extenso, mi mente recordaba las noches en esas calles plateadas, las fiestas y bailes nocturnos y todas esas lindas damas que entretenían a cualquiera con sus encantos y suaves maneras.
Como si esto se tratara de un viaje melancólico, me creía yo, con todo derecho, a ser el capitán de tal embarcación; pero no fue hasta que noté que uno de mis hombres, el señor [...]
Keine Kommentare:
Kommentar veröffentlichen