Freitag, 17. Juli 2009

Una persecusión inesperada

Hoy, tras haber abordado la ruta 225 Huinalá verde sobre la calle Plata de aquí en Kristall, el camión siguió su camino por la avenida Melchor Ocampo, y llegando al cruce con el boulevard Acapulco, donde éste batalló para dar vuelta hacia esta avenida, ya que el flujo automovilístico estaba algo denso por el carril donde el autobús quería avanzar, una camioneta blanca le hizo algún daño físico a la parte delantera izquierda del transporte público en el que yo iba. El chofer no se quedó sin reaccionar, y cuando ya estábamos avanzando sobre el pedazo de la avenida Acapulco para salir a Miguel Alemán, le comentó algo a un hombre perteneciente al servicio de vialidad y tránsito, sobre la camioneta. Después de esta breve conversación con el agente de tránsito, seguimos nuestro camino por el resto de la avenida, hasta que, en lugar de ir como siempre por la carretera Alemán, el chofer decidió irse esta vez por la avenida Félix Galván.

Cuando todos los pasajeros descubrimos que nos desviábamos de nuestro camino normal, nos volteamos a ver algunos a otros, y otros más hacían comentarios con algo de asombro y molestia. Más tarde el chofer dió vuelta sobre la avenida Las Torres, donde comenzó a acelerar, hasta que logró cerrar unos metros más adelante a la susodicha camioneta blanca que pertenecía a una tortillería. Todos nos quedamos asombrados al saber que el conductor de nuestro camión se encontraba persiguiendo a los malhechores del siniestro sobre el boulevard Acapulco.

El conductor y la mujer que se hallaba todo el transcurso del viaje sentada en la parte delantera del camión (y no me refiero en los asientos del frente) se bajaron y el hombre habló con el joven en camisa interior que manejaba esta camioneta de la tortillería. Pasaron unos minutos y algunos de los pasajeros se quejaron con el chofer y se marcharon. Algunos fueron más discretos y partieron sin avisar. La mayoría seguimos dentro del autobús. Mientras ambos choferes discutían, la mujer anotaba, con la ayuda de una pluma, sobre su mano la matrícula de la camioneta.

Cuando pasaron unos minutos, el chofer abordó de nuevo y nos devolvió a nuestro camino que todos esperábamos.

¡Qué aventura ésta! Gracias a esto, llegué unos minutos tarde a la escuela, pero no me afectó mucho, pues tan sólo estaban revisando el examen que acabábamos de presentar este lunes.

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