Iba ya en el camión de la ruta 31, el cual había tomado sobre la avenida Colón, cruz con Cuauhtémoc, cuando en alguna parte más adelante, se subieron una muchacha joven y su madre, como pude darme cuenta segundos después. A partir del momento en que la ví subir por las escaleras de enfrente, reconocí y me dije a mí mismo que era bonita, mas tampoco imaginaba qué iba a suceder.
La señorita se adelantó a su madre buscando un lugar para sentarse, habiendo varios vacíos y libres. Justamente a mi derecha había un asiento libre y esperando a ser utilizado por alguien, pero nunca imaginé que la muchacha decidiera sentarse precisamente a mi lado, ¡aun cuando era acompañada por su madre!
Una vez que la señora alcanzó a su hija, ésta se quedó parada frente a ella en el pasillo del camión, lo cual me hizo pensar que debía darle el lugar a la madre, pero habiendo tantos asientos sin ser ocupados, ¿cuál era tal necesidad? Me imagino que la señora pensó lo mismo, o al menos algo parecido, pues decidió por sentarse detrás de su hija, o más bien, detrás de nosotros.
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