El día de hoy, después de que mis compañeros fueron a encontrar a la maestra Noram Zeiten, asistimos al gimnasio de nuestra escuela de Ekimasce. Eramos en total nueve personas: cuatro mujeres y cinco hombres. La bella Adgrét, sus grandes amigas Adlei y Neraki; otra muchacha bonita; Biràcq Delan, Dabvio, Assimel, Imelio, Ziffel y yo. Lo que nos unió en ese momento fue un deporte: el baloncesto.
¡Hermoso!, ¿no?
La graciosa y pequeña Adlei fue a pedir un balón para que jugásemos, y muy breves minutos después ya nos encontrábamos pisando la duela de madera. Sin embargo, las lindas Adgrét y su otra compañera decidieron no participar. Me pregunto por qué. No sé si ambas sufran de la misma naturaleza de escapar las toxinas a través de la piel con facilidad, lo cual es muy común en mí, sobre todo jugando algo que me apasiona.
Bueno, no me dedicaré aquí a juzgar ni a criticar a este par de guapas muchachas que decidieron sentarse en las gradas, observándonos jugar. Mejor narraré lo que aconteció sobre la palestra de baloncesto, lo cual fue un rato, casi una hora, muy agradable, entre amigos.
Como primer detalle, comento que tuvimósnos que quitar nuestro calzado, ya que la mayoría portaba zapatos (no zapatillas deportivas), pues asistimos cada quien a una empresa química y para ello teníamos que cubrir los requirimientos.
Segundo detalle: Ya que dos atractivas doncellas se encontraban a unos metros de distancia desde su palco, restaron dos mujeres atrevidas y aguerridas que decidieron participar en la contienda amistosa de hoy. Ellas, Nekari y Adlei, jugaron en equipos distintos.
Tercer detalle: Sobre los jugadores de cada equipo.
En el equipo de Adlei jugaron Assimel, Ziffel y Biràcq; mientras que por el lado de Neraki jugamos Imelio, Dabvio y yo. ¡Fue muy divertido! Aunque se vio algo injusto, pues Imelio y yo sí teníamos buenos conocimientos de baloncesto, pero yo no contaba con las habilidades de la pequeña y talentosa Adlei. ¡Solemos sorprender los pequeños! (¡Y también los zurdos!)
Después de muchos disparons, robos, saltos, gritos, aplausos, peleas por el balón, y muchas gotas de sudor, salimos ganando nosotros, el equipo de Nekari.
A decir verdad, varios de nosotros jugamos muy bien. Biràcq hice muy buenos tiros de distancia corta. Dabvio dio buenos pasos en este deporte. El dúo dinámico (más bien, romántico) de Nekari y Imelio fue lustroso, mientras que la pequeña Adlei nos demostró cómo los pequeños gozamos de ciertos dones que Dios nos ha dado para poder competir (o incluso vencer, aunque no en esta ocasión) contra los grandes. Assimel, íntimo amigo de Adlei, le procuró ayuda a la graciosa Adlei. Ziffel fue quien más sufrió, pues se lastimó un dedo de su pie, sin embargo, se divirtió mucho. Yo, por mi parte, jugué bien, no lo niego, mas pude haberlo hecho mejor con el calzado y la ropa adecuada, pues portaba un pantalón de mezclilla y una camisa de manga larga, además de contar con una cabellera larga y rebelde.
A final de cuentas, todos disfrutamos de un buen juego y de suficiente ejercicios, sobre todo para mi buen amigo Delan, quien se quejaba de haber últimamente comido mucho, especialmente las dos hamburguesas que había comido durante el congreso, una ayer y la segunda hoy. Después de la batalla, me quedé a hacer algunos tiros y movimientos especiales, como un gancho del cielo. Sólo quería hacerme notar, si es que la doncella Adgrét no me hubiera notado.
Salieron más tarde ésta y su compañera a las afueras del gimnasio, y pocos minutos después todos partimos al mismo rumbo. La mayoría de ellos, excepto Dabvio, iban a buscar a la maestra de Organische Chemie para recoger sus libretas.
Yo, después de este gran partido con presencia rosa, me fui hacia la parada del autobús, muy sudado, para más tarde llegar a mi hogar en Laubax y bañarme.
¡Hermoso!, ¿no?
La graciosa y pequeña Adlei fue a pedir un balón para que jugásemos, y muy breves minutos después ya nos encontrábamos pisando la duela de madera. Sin embargo, las lindas Adgrét y su otra compañera decidieron no participar. Me pregunto por qué. No sé si ambas sufran de la misma naturaleza de escapar las toxinas a través de la piel con facilidad, lo cual es muy común en mí, sobre todo jugando algo que me apasiona.
Bueno, no me dedicaré aquí a juzgar ni a criticar a este par de guapas muchachas que decidieron sentarse en las gradas, observándonos jugar. Mejor narraré lo que aconteció sobre la palestra de baloncesto, lo cual fue un rato, casi una hora, muy agradable, entre amigos.
Como primer detalle, comento que tuvimósnos que quitar nuestro calzado, ya que la mayoría portaba zapatos (no zapatillas deportivas), pues asistimos cada quien a una empresa química y para ello teníamos que cubrir los requirimientos.
Segundo detalle: Ya que dos atractivas doncellas se encontraban a unos metros de distancia desde su palco, restaron dos mujeres atrevidas y aguerridas que decidieron participar en la contienda amistosa de hoy. Ellas, Nekari y Adlei, jugaron en equipos distintos.
Tercer detalle: Sobre los jugadores de cada equipo.
En el equipo de Adlei jugaron Assimel, Ziffel y Biràcq; mientras que por el lado de Neraki jugamos Imelio, Dabvio y yo. ¡Fue muy divertido! Aunque se vio algo injusto, pues Imelio y yo sí teníamos buenos conocimientos de baloncesto, pero yo no contaba con las habilidades de la pequeña y talentosa Adlei. ¡Solemos sorprender los pequeños! (¡Y también los zurdos!)
Después de muchos disparons, robos, saltos, gritos, aplausos, peleas por el balón, y muchas gotas de sudor, salimos ganando nosotros, el equipo de Nekari.
A decir verdad, varios de nosotros jugamos muy bien. Biràcq hice muy buenos tiros de distancia corta. Dabvio dio buenos pasos en este deporte. El dúo dinámico (más bien, romántico) de Nekari y Imelio fue lustroso, mientras que la pequeña Adlei nos demostró cómo los pequeños gozamos de ciertos dones que Dios nos ha dado para poder competir (o incluso vencer, aunque no en esta ocasión) contra los grandes. Assimel, íntimo amigo de Adlei, le procuró ayuda a la graciosa Adlei. Ziffel fue quien más sufrió, pues se lastimó un dedo de su pie, sin embargo, se divirtió mucho. Yo, por mi parte, jugué bien, no lo niego, mas pude haberlo hecho mejor con el calzado y la ropa adecuada, pues portaba un pantalón de mezclilla y una camisa de manga larga, además de contar con una cabellera larga y rebelde.
A final de cuentas, todos disfrutamos de un buen juego y de suficiente ejercicios, sobre todo para mi buen amigo Delan, quien se quejaba de haber últimamente comido mucho, especialmente las dos hamburguesas que había comido durante el congreso, una ayer y la segunda hoy. Después de la batalla, me quedé a hacer algunos tiros y movimientos especiales, como un gancho del cielo. Sólo quería hacerme notar, si es que la doncella Adgrét no me hubiera notado.
Salieron más tarde ésta y su compañera a las afueras del gimnasio, y pocos minutos después todos partimos al mismo rumbo. La mayoría de ellos, excepto Dabvio, iban a buscar a la maestra de Organische Chemie para recoger sus libretas.
Yo, después de este gran partido con presencia rosa, me fui hacia la parada del autobús, muy sudado, para más tarde llegar a mi hogar en Laubax y bañarme.
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