Mientras iba durante la noche de hoy en el autobús de la ruta 211-York hacia mi hogar, dulce hogar, se subieron en un tramo del camino un par de muchachas que seguramente no sobrepasaban los dieciocho años. Una era gordita, chaparrita, morenita, algo sonriente y aún con una voz algo chillante y aguda, mientras que su amiga era delgadita, chaparrita (aunque un poco más alta que la primera), hablaba mucho y gritando, era muy ruidosa y curiosa.
No lo niego, en primera instancia mis ojos se dejaron llevar fácilmente por esta niña (a veces soy tan débil), pero luego regresé a mis cabales. Pero esta muchacha no se calló nunca durante el viaje. ¡Ah! ¡Fue tan molesta!
Primero, le gritó a un muchacho, el cual se encontraba detrás de mí, que si le podía tocar su cabello (sus rastas), y le hizo algunas preguntas chocantes e infantiles. Poco después el joven se bajó, y como esta niña habrá predicho, "Se bajó para que ya no lo molestáramos", y se rieron. Pero hubo un momento clave en que me fastidió demasiado.
Suele suceder que cuando me gusta algo, siento que eso es algo muy personal, que sólo yo tengo esos gustos y me siento especial. Pero cuando sé de alguien más quien gusta de lo mismo, me siento con competencia, y a veces (sobre todo de pequeño) dejo esos gustos para no sentirme menos o cambiado por alguien más.
Por ejemplo: Fey.
La conocí cuando yo tenía unos cinco o seis años. Vivíamos en el Distrito Federal en aquel entonces. Recuerdo que mi mamá un día llegó a la casa con el casette de su primer álbum, Fey, y eso me hizo enamorarme profundamente de ella. Era tan guapa, tan juvenil, coqueta, linda, hermosos ojos azules, cabellos tan tiernos. ¡Era la mujer perfecta!
Cuando ingresé a segundo de primaria, algunos de mis compañeros decían ser novios de Fey. "Fey es mi novia", "A mí me gusta Fey", y no sé qué más comentarios comunes. ¡Claro! ¡A quién no le iba a gustar Fey! Pero ante estas palabras, yo mejor escondía mi enamoramiento hacia ella, para así quedarme silenciosamente con ella.
Lo mismo a veces me sucede con algunas canciones, pero creo que casi nadie gusta de mis géneros tan "modernos" (pop ochentero y algo de rock, tanto en español como en inglés). Eso me asegura cierta relación personal entre mis gustos y yo. ¡Qué celoso soy!
Pero bueno, esta vez sucedió con una canción que había escuchado en la televisión durante estos últimos días de vacaciones en mi casa. Era exactamente la canción de las Divinas, grupo de chicas populares que salen en la actual telenovela infantil mexicana "Atrévete a soñar". Esa canción que dice más o menos así: "Nadie pasa de esta esquina, porque somos las divinas. [...] porque somos gasolina, gasolina de verdad. [...] Ahí viene una fea, ahí viene otra fea [...]".
Pues bien, de cierta manera yo ya la cantaba de vez en cuando, sobre todo para molestar a mi hermana. Pero esta vez, fui molestado por una muchacha menor que yo que la cantaba peor que yo. ¡Y todavía más gacho es que no se callaba y gritaba tanto!
Ahora cada vez que escuche esta canción, recordaré a esta niña tan gritona y desafinada que escuché en el autobús.
No lo niego, en primera instancia mis ojos se dejaron llevar fácilmente por esta niña (a veces soy tan débil), pero luego regresé a mis cabales. Pero esta muchacha no se calló nunca durante el viaje. ¡Ah! ¡Fue tan molesta!
Primero, le gritó a un muchacho, el cual se encontraba detrás de mí, que si le podía tocar su cabello (sus rastas), y le hizo algunas preguntas chocantes e infantiles. Poco después el joven se bajó, y como esta niña habrá predicho, "Se bajó para que ya no lo molestáramos", y se rieron. Pero hubo un momento clave en que me fastidió demasiado.
Suele suceder que cuando me gusta algo, siento que eso es algo muy personal, que sólo yo tengo esos gustos y me siento especial. Pero cuando sé de alguien más quien gusta de lo mismo, me siento con competencia, y a veces (sobre todo de pequeño) dejo esos gustos para no sentirme menos o cambiado por alguien más.

La conocí cuando yo tenía unos cinco o seis años. Vivíamos en el Distrito Federal en aquel entonces. Recuerdo que mi mamá un día llegó a la casa con el casette de su primer álbum, Fey, y eso me hizo enamorarme profundamente de ella. Era tan guapa, tan juvenil, coqueta, linda, hermosos ojos azules, cabellos tan tiernos. ¡Era la mujer perfecta!
Cuando ingresé a segundo de primaria, algunos de mis compañeros decían ser novios de Fey. "Fey es mi novia", "A mí me gusta Fey", y no sé qué más comentarios comunes. ¡Claro! ¡A quién no le iba a gustar Fey! Pero ante estas palabras, yo mejor escondía mi enamoramiento hacia ella, para así quedarme silenciosamente con ella.
Lo mismo a veces me sucede con algunas canciones, pero creo que casi nadie gusta de mis géneros tan "modernos" (pop ochentero y algo de rock, tanto en español como en inglés). Eso me asegura cierta relación personal entre mis gustos y yo. ¡Qué celoso soy!

Pues bien, de cierta manera yo ya la cantaba de vez en cuando, sobre todo para molestar a mi hermana. Pero esta vez, fui molestado por una muchacha menor que yo que la cantaba peor que yo. ¡Y todavía más gacho es que no se callaba y gritaba tanto!
Ahora cada vez que escuche esta canción, recordaré a esta niña tan gritona y desafinada que escuché en el autobús.
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