Ya estábamos en el comedor mi madre y yo, la televisión se encontraba en mi canal favorito de la NBA, cuando sorprendidamente escuché vagamente los nombres de Magic Johnson, Kareem Abdul-Jabbar, Julius Erving, Los Angeles y Seventy-sixers, lo cual llamó meramente mi atención.
¡Sí! El juego en el que solamente ví el final ayer. ¡Sí! Era este mismo que la señora Laurdes y yo estábamos a punto de ver.
El juego número seis de las finales de la NBA de 1980. Como ya se imaginarán, los Laguneros de L. A. en casa de los Setenta y seis.
¡Sí! Una de las finales más grandes que ha habido en la historia del baloncesto, y qué mejor que ver este gran juego en una tarde de Martes mágico con mi mamá.
Estas finales fueron especiales, y no sólo porque sí. Como siempre, para todo hay una razón.
La temporada de 1979 (Julio)-1980 (Junio) fue la época en que un gran hombre entraría a la Liga para dejar una gran marca en la historia del deporte, y en las memorias de los admiradores. Earvin “Magic” Johnson fue seleccionado por Los Angeles Lakers con la posición del jugador número uno, haciéndose reconocer bastante.
Fue muy bien recibido por su equipo. Junto con Kareem, Worthy, Cooper, y entre otros, esta legión forjaría más tarde con los Boston Celtics una de las más grandes rivalidades, y de las dinastías de las finales más vistas en el mundo.
La presencia de Magic pudo notarse desde el primer partido de la temporada regular del ’79. Tuvo Abdul-Jabbar que recomendarle que se calmara un poco y que llevara un ritmo más blando, ya que faltaban aún 81 partidos que jugar, y eso era sin contar los partidos de playoffs. La multitud de los angelinos no tardaría en adorar cada momento que este joven de tan solo 19 años pisaba la duela para hacer magia.
Tras meses de un gran esfuerzo en equipo, la élite de Hollywood alcanzaría las eliminatorias de 1980. Y finalmente, llegaría a las series finales contra estos Setenta y seis de Filadelfia.
Lamentablemente, fué durante estas series donde el eminente centro de Los Ángeles se lastimara sus tobillos y le obligaran a faltar al juego siguiente. Esto era algo preocupante para los Lakers, y una oportunidad que tomar para la escuadra del Dr. J.
El juego que está por transmitirse era el número seis, con los Lakers ganando las series tres a dos. El trofeo del Larry O’Brian ya estaba siendo expuesto, ya que podía haber una probabilidad a que los visitantes se llevasen el campeonato esa noche. Los anhelos de todos querían devorarse esta reliquia.
Todos se presentaron, desde los comentaristas, incluyendo a la leyenda de Boston, Bill Russell; los árbitros y demás personas que intervendrían durante el juego. Más tarde entrevistarían a algunos jugadores, sin perderse las palabras del joven Magic Johnson.
Comentaba que él haría lo mejor para llevar a su equipo al campeonato y ocupar el puesto de su gran amigo y compañero Kareem, responsabilizándose de cada jugada. Sus palabras frescas y seguras eran tan fascinantes.
El juego empieza. Toda la gente entusiasmada. Mi mamá y yo vimos por nuestra primera vez un juego desde el inicio donde Magic Johnson aparecía.
¡Fue fantástico!
Durante el primer cuarto se veía en algunos momentos un marcador tan parejo, derrepente desvalanceado, pero lleno de gloria para un equipo.
El segundo cuarto siguió así. Buenas jugadas de ambos equipos, junto con sus errores.
Fue en esos primeros veinticuatro minutos donde se pudo reconocer la falta imponente debajo del aro que sólo Kareem Abdul-Jabbar sabe ejecutar. Aún así, los uniformados de morado supieron actuar en esas situaciones, aunque los de filadelfos no dejarían pasar esta oportunidad facilitada por la ausencia del musulmán.
Eran los últimos segundos del segundo cuarto. Sacan Los Angeles, el balón es pasado al joven Johnson, y éste hace un pequeño gancho sin tanto lujo pero con tanta majestuosidad al casi encestar una canasta justo en el momento en que el timbre del fín de la primera mitad había sonado. Todos por igual gritaron asombrados, algunos maldiciendo la posibilidad del enceste, otros emocionándose con las maravillas de Earvin y aún otros saltando de sus lugares.
El juego quedó empatado en su primera mitad sesenta a sesenta. Mientras estaba esta pausa del medio tiempo, uno de los comentaristas habló personalmente por teléfono con el ausente Abdul-Jabbar sobre este juego que los Lakers desempeñaron.
Orgulloso de ellos estaba, y más de Johnson. Comentó que si había un último séptimo partido, ahora sí podría asistir, ya que su estado estaba ya mejorado.
El tercer cuarto comienza. Catorce puntos de los angelinos sin respuesta de los Setenta y seis, luego ya comezaron los puntos por ambos bandos.
Malamente, el juego tuvo que acabarse, debido a que mi mamá y yo teníamos que partir ya hacia el centro de Harlzbornn para recoger del colegio a la niña Adgrielle y dejarme en la Biblioteca Fray Servando Teresa de Mier, donde pasaría alrededor de cuatro horas estudiando para mi examen de ingreso a la UANL, en la facultad de Ciencias Químicas.
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