
El padre de esta familia, escritor y periodista de profesión, apoyaba estas ideologías comunistas, y logró ser despedido del diario donde seguramente exponía sus ideas que habrían movido en los lectores a inclinarse a este movimiento. Sus dos hijas (Elena y Natalia) vivieron esta situación siendo jóvenes, siendo Natalia la que más se involucró en un grupo juvenil de ideologías comunistas también, donde junto con sus compañeros participando en causas sociales, como en el despido de unos trabajadores, retaban a las autoridades robándoles lo que era del pueblo. Algo que llama mucho la atención es la frase que dice una chica de este grupo: "No hacemos caridad, hacemos política".

Junto con la ayuda del director del colegio donde llegó a trabajar el padre de Natalia, éste fue liberado pero con la intención de que las autoridades dieran con "Tomás", gracias a la información obtenida de Elena. Natalia nunca supo esto y sólo fue testigo al ver la captura de Martín y sus compañeros. Sus padres la ayudan a llegar a Uruguay e irse al exilio a España, pues ya no podía vivir segura en la Argentina.
Al pasar casi una década, Natalia visita a su hermana y su nueva familia en Tejas (EUA). La situación sociopolítica ya había calmádose, al menos en esta región, y la anteriormente exiliada vuelve con intriga e incógnitas sobre el pasado, un pasado que Elena quería dejar sepultado. El padre de ellas había alcanzado a escribir una novela donde narraba, ficticiamente, hechos reales que pasaron él y su familia, así como la muerte de "Tomás". Elena logra leer completa esta novela y reconoce la verdad que siempre le ocultó a Natalia.

Las indagaciones tercas de Natalia y la prudencia y el silencio, además del sentimiento de culpa, de su hermana Elena, chocan varias veces, hasta que finalmente Elena decide abrirle paso a la verdad al ver a su hermana tan agobiada por una vida oscura y llena de preguntas. Al final de cuentas, y tras un breve momento de enojo, logran perdonarse ambas y comprenderse.
Se podría decir que Elena mentía y engañaba a su hermana y a su hijo Tomás, pero yo pienso que no lo hacía por malicia alguna, sino por prudencia, pues si Natalia hubiese sabido la verdad años atrás, seguro nada bueno habría ocurrido. Las cosas se dieron y la verdad encontró su camino. Uno debe ser prudente con la verdad.
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